domingo, 8 de mayo de 2011

Fuera

Cuántas veces te lo dije. No lo sé, quizá ninguna, pero tú lo supiste, así como sabías que era importante quedarse callados, por eso lo supiste tan claro como si te lo hubiese dicho a gritos. Me conoces, sabes lo analítica que soy, a veces, pero también sabes que soy, por eso no fue una sorpresa para ti. No me puedes culpar por que la culpa es más tuya, no puedes pedir algo que no se puede aceptar. Tonto.

Sé que me sigues, te siento cada vez que lo haces, te arrastras sobre mis huellas cargando ese peso que te es imposible dejar. La cercanía en que vivimos no es nada más que la ironía más cruel.

Me empiezo a hartar. Estoy harta. Si, es cierto, te entiendo, o al menos eso intento, pero también me canso. La verdad es que me agobia escucharte, cada vez que dices algo sé que mientes como quien intenta correr de la lluvia. No puedo parar la tormenta, deberías saberlo, pero tal vez puedas pedirme que te guarezca de ella; haz que valga la pena. ¿Qué harías sin mí?

domingo, 17 de abril de 2011

Luces del sur

Una tenue luz iluminando la mitad de su rostro. Provocando una sensación irreal, como si las formas concretas y las de tus deseos se unieran coincidentemente ante tus ojos. Los mismos ojos que no puedes, ni quieres, quitarle de encima; con los que tratas de guardar cada fino trazo, curva, cada contraste, cada minúscula partícula de emoción.

Tus latidos se aceleran, tu boca decide que no puede contenerse a esbozar esa sonrisa y pronunciar torpemente uno de esos “famosos” cumplidos. Y qué importa que no sea merito suyo, es hermosa y lo sabes. Y qué importa que en el fondo lo que más te atraiga de ella no sean esos ojos, o la suavidad de sus labios, o la mirada que te acaricia y te habla despacio y muy bajo. Estás plenamente consciente de que te pierde esa pasión con la que vive, con la que habla, con la que hace cada insignificante movimiento y con la que crea cada inmenso pensamiento. Sólo piensas que cada segundo que la miras, cada vez que pierdes el aliento en su boca, que vez que tus poros gritan su nombre al sentir su tacto… estás un poco más cerca de ella.

La otra mitad de su rostro está en las sombras. ¿Será la parte que aún no conoces? ¿lo que el tiempo no te ha permitido observar con tu propia alma? No puedes evitar sentirte intrigado por conocerla cada día un poco más, aunque es un intriga muy serena, relajante, provocadora sí, intensa también, pero más que nada motivante y encantadora. No sabes lo que viene y no pierdes el tiempo en imaginar escenarios. Estás convencido de que el momento, ese alma con rostro iluminado tenuemente a la luz de una caricia, es lo único que existe, y lo único que vale la pena sentir y vivir.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Tic

Tu rostro externaba toda tu frustración, pero hiciste lo posible por ocultarla riendo y platicando. Miraste a la gente pasar, en especial a la chica del vestido gris y quedaste intrigado por saber qué leía, aunque sabías que era irrelevante en el momento; quizá otro día te sientes en la misma orilla del parque a esperarla para preguntarle por su libro, sin importancia aun.

No te dabas cuenta de que los minutos transcurrieron rozando tu piel a cada momento, pero sí te inmutaste a cada roce con su piel, recordando aquellos versos del poeta cacereño.

¿Recuerdas el sabor de cada cigarrillo? No. Recuerdas el olor de la gasolina prendida, recuerdas tus pasos, recuerdas la voz, apiñonada, edulcorada.

Perdiste la sincronía que inconscientemente te había otorgado lo que la gente de mente débil llama destino, para ti una mera y agradable coincidencia. Miraste las longevas manecillas del reloj por un irónico momento, luego dejaste el tiempo correr como debiste prever, pero como no lo hiciste, fuiste más vulnerable. De nuevo, versos ajenos retumbaron en tu cabeza.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Juntos

Aun no necesitaban decir una sola palabra, las miradas gritaban más de lo que decían y los gestos eran palabras innecesarias. Durante casi dos horas lo único que se interpuso entre ellos fue el humo del tabaco ardiendo y 0,06 mm de látex. Después de ese tiempo el verdadero abismo existente entre ellos fue tan evidente como el último orgasmo que los mantuvo inertes por los siguientes minutos. Él tenía tiempo de sobra; ella no necesitaba preocuparse por el tiempo. Diferentes perspectivas del tiempo y diferentes tiempos.

Cuando ella se fue, él permaneció sentado sobre la cama escuchando el par de tacones alejarse lentamente hasta desvanecerse en la escalera. Inmediatamente, se sobrepusieron los ruidos provenientes del cuarto de enfrente, los cuales desde su punto de vista sólo lograron maximizar su hazaña.

Todo empezó después de un café. La idea original era que él se lo invitaría a ella, pero por el hecho de que ella trabajara en la cafetería resultó beneficioso para su economía. No hablaron de mucho, sólo de lo suficiente. Los dos eran cultos aunque realmente no lo parecieran, así que la plática político-culto-literaria fue bastante agradable para ambos. Amarga droga. No es posible reprocharse nada, sólo el buen rato que corría a cuenta de Cortázar y del jazz de los veinte. La elegancia perfumó su conversación y la impureza inundó sus pensamientos.

Después de beber no importa qué, una mirada dijo deseo y otra sugirió sensualidad; el erotismo fue producto de las sonrisas, y la impudicia de la desconfianza.

El deseo fue su culpa, el alcohol influyó bastante en esa lujuriosa noche; el olor del tabaco es adictivo, el alcohol es seductivo y su sexo era precioso y llamativo.

Así fluyó la noche, entre gemido y gemido, orgasmo y orgasmo, fumada y trago, pasaron una noche olvidable.

martes, 2 de noviembre de 2010

Estaba parado frente a todos, soportando sus miradas ímprobas ante su actitud ácrata. Sintió un vahído al pensar qué diría su epitafio en caso de que la situación se tornara fatídica.
Analizó la sala donde se encontraban y lamentó que su simetría se viera destruida por la presencia de todos. Se sentía tan nervioso que cada vez que pasaba saliva sentía como querosén encendido pasando por su úvula.
Después de unos minutos de tópicos murmureos, hubo un silencio cuando se escuchó un fuerte bufido; y luego todos se retiraron con un andar errático. Al quedar solo en la, ahora, zahúrda sala, se sentó a reflexionar lo que había sucedido hace unos momentos y se arrepintió del incidente en la dársena que le había causado semejante conflicto.
Cuando se aburrió y se cansó de rascarse la axila izquierda, salió de ahí. Por el pasillo saludó a la fámula del edificio y se excitó un poco al visualizar algunas de sus fantasías con ese voluptuoso cuerpo y ese cutis perfecto. La observó caminar hasta el final del pasillo y luego él siguió caminando hacia la salida.
En el exterior había una exigua, pero continua garúa. Seguía tan tenso que cada gota era como un buril atravesándole la piel. Comenzó a caminar sin rumbo fijo, ya que este era su modo dilecto para relajarse. Mientras caminaba se sintió orgulloso de haber olvidado el teléfono móvil en el departamento porque no tenía ganas de hablar con nadie.
Sus pensamientos dejaron de ser agradables cuando dio un resbalón que casi lo hizo caer, debido al lábil pavimento. Le pareció estúpido que dentro de su tensa realidad pudiera morir de una contusión en la cabeza por culpa del suelo mojado.
A lo lejos vio una silueta que le parecía conocida. Sintió un obús atravesándole la conciencia al reconocer esa silueta. Era su propia Maga apareciendo inesperadamente en el peor momento, porque ella era la causa inicial de todos sus problemas. Trató de mantenerse púgil ante la situación, pero en realidad, hubiera preferido resbalar y morir con la cabeza sangrando.

martes, 28 de septiembre de 2010

Figura

Comencé por su delicada silueta, siempre consciente de ser ésta un aspecto fundamental para una primera impresión: la primera sutil pasión.

Silueta, rumor de matiz.

A continuación el color llenó mi visión con tonalidades de un brillo tenue, pero expresivo. Sin embargo, aquel efímero placer pasó a ser un deleite barroco debido al centralizado resplandor de su rostro. Aquella imagen quedó tan bellamente plasmada que pude fascinarme incluso sin ver.

Locura al fin, sana obsesión.

Entonces, impávido, la miré durante un tiempo incomprensible, hasta notar que mi admiración se tornó absurda. Aparecía y se desvanecía ante mí jactándose de ser inalcanzable. Me engañó cuando creí retenerla; fue tangible por un momento y parecía que yo desentrañaba lo que a simple vista se esconde. Y luego, silencio.

Escurridiza imagen.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Apenas te conozco y ya siento que llevamos más de una vida juntos.

Te siento tan cercana, tan esencial.

Siento que te puedo tocar con solo estirar el brazo, y sin embargo, seguimos a una eternidad de distancia. Pero qué es la eternidad, sino el tiempo que espera la lucha que nunca se intenta.

Y tu siempre estás ahí, siempre tan serena, inmutada. Quisiera saber en qué piensas.

La boca, su boca. No puedo resistirme a esa boca.

El piano en el tango tiene la función de marcar tiempos de una manera muy particular, sobretodo cuando hay un bandoneón en primer plano, por así decirlo. Brinda soporte, guía a las voces desenfrenadas de éxtasis del cello y el bandoneón, y al mismo tiempo, sus acordes dan profundidad a la nostalgia y nostalgia a la profundidad. Se queda oculto, no deja ver su rostro, sólo sabemos de su presencia por que lo sentimos en lo más recóndito del alma.

La nostalgia es un sentimiento tan fácil de sentir y tan intenso de expresar.

Sus ojos y su boca, pero su boca. Desde el primer momento: los labios más besables.