lunes, 27 de diciembre de 2010

Tic

Tu rostro externaba toda tu frustración, pero hiciste lo posible por ocultarla riendo y platicando. Miraste a la gente pasar, en especial a la chica del vestido gris y quedaste intrigado por saber qué leía, aunque sabías que era irrelevante en el momento; quizá otro día te sientes en la misma orilla del parque a esperarla para preguntarle por su libro, sin importancia aun.

No te dabas cuenta de que los minutos transcurrieron rozando tu piel a cada momento, pero sí te inmutaste a cada roce con su piel, recordando aquellos versos del poeta cacereño.

¿Recuerdas el sabor de cada cigarrillo? No. Recuerdas el olor de la gasolina prendida, recuerdas tus pasos, recuerdas la voz, apiñonada, edulcorada.

Perdiste la sincronía que inconscientemente te había otorgado lo que la gente de mente débil llama destino, para ti una mera y agradable coincidencia. Miraste las longevas manecillas del reloj por un irónico momento, luego dejaste el tiempo correr como debiste prever, pero como no lo hiciste, fuiste más vulnerable. De nuevo, versos ajenos retumbaron en tu cabeza.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Juntos

Aun no necesitaban decir una sola palabra, las miradas gritaban más de lo que decían y los gestos eran palabras innecesarias. Durante casi dos horas lo único que se interpuso entre ellos fue el humo del tabaco ardiendo y 0,06 mm de látex. Después de ese tiempo el verdadero abismo existente entre ellos fue tan evidente como el último orgasmo que los mantuvo inertes por los siguientes minutos. Él tenía tiempo de sobra; ella no necesitaba preocuparse por el tiempo. Diferentes perspectivas del tiempo y diferentes tiempos.

Cuando ella se fue, él permaneció sentado sobre la cama escuchando el par de tacones alejarse lentamente hasta desvanecerse en la escalera. Inmediatamente, se sobrepusieron los ruidos provenientes del cuarto de enfrente, los cuales desde su punto de vista sólo lograron maximizar su hazaña.

Todo empezó después de un café. La idea original era que él se lo invitaría a ella, pero por el hecho de que ella trabajara en la cafetería resultó beneficioso para su economía. No hablaron de mucho, sólo de lo suficiente. Los dos eran cultos aunque realmente no lo parecieran, así que la plática político-culto-literaria fue bastante agradable para ambos. Amarga droga. No es posible reprocharse nada, sólo el buen rato que corría a cuenta de Cortázar y del jazz de los veinte. La elegancia perfumó su conversación y la impureza inundó sus pensamientos.

Después de beber no importa qué, una mirada dijo deseo y otra sugirió sensualidad; el erotismo fue producto de las sonrisas, y la impudicia de la desconfianza.

El deseo fue su culpa, el alcohol influyó bastante en esa lujuriosa noche; el olor del tabaco es adictivo, el alcohol es seductivo y su sexo era precioso y llamativo.

Así fluyó la noche, entre gemido y gemido, orgasmo y orgasmo, fumada y trago, pasaron una noche olvidable.