martes, 28 de septiembre de 2010

Figura

Comencé por su delicada silueta, siempre consciente de ser ésta un aspecto fundamental para una primera impresión: la primera sutil pasión.

Silueta, rumor de matiz.

A continuación el color llenó mi visión con tonalidades de un brillo tenue, pero expresivo. Sin embargo, aquel efímero placer pasó a ser un deleite barroco debido al centralizado resplandor de su rostro. Aquella imagen quedó tan bellamente plasmada que pude fascinarme incluso sin ver.

Locura al fin, sana obsesión.

Entonces, impávido, la miré durante un tiempo incomprensible, hasta notar que mi admiración se tornó absurda. Aparecía y se desvanecía ante mí jactándose de ser inalcanzable. Me engañó cuando creí retenerla; fue tangible por un momento y parecía que yo desentrañaba lo que a simple vista se esconde. Y luego, silencio.

Escurridiza imagen.

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