domingo, 8 de mayo de 2011

Fuera

Cuántas veces te lo dije. No lo sé, quizá ninguna, pero tú lo supiste, así como sabías que era importante quedarse callados, por eso lo supiste tan claro como si te lo hubiese dicho a gritos. Me conoces, sabes lo analítica que soy, a veces, pero también sabes que soy, por eso no fue una sorpresa para ti. No me puedes culpar por que la culpa es más tuya, no puedes pedir algo que no se puede aceptar. Tonto.

Sé que me sigues, te siento cada vez que lo haces, te arrastras sobre mis huellas cargando ese peso que te es imposible dejar. La cercanía en que vivimos no es nada más que la ironía más cruel.

Me empiezo a hartar. Estoy harta. Si, es cierto, te entiendo, o al menos eso intento, pero también me canso. La verdad es que me agobia escucharte, cada vez que dices algo sé que mientes como quien intenta correr de la lluvia. No puedo parar la tormenta, deberías saberlo, pero tal vez puedas pedirme que te guarezca de ella; haz que valga la pena. ¿Qué harías sin mí?