domingo, 17 de abril de 2011

Luces del sur

Una tenue luz iluminando la mitad de su rostro. Provocando una sensación irreal, como si las formas concretas y las de tus deseos se unieran coincidentemente ante tus ojos. Los mismos ojos que no puedes, ni quieres, quitarle de encima; con los que tratas de guardar cada fino trazo, curva, cada contraste, cada minúscula partícula de emoción.

Tus latidos se aceleran, tu boca decide que no puede contenerse a esbozar esa sonrisa y pronunciar torpemente uno de esos “famosos” cumplidos. Y qué importa que no sea merito suyo, es hermosa y lo sabes. Y qué importa que en el fondo lo que más te atraiga de ella no sean esos ojos, o la suavidad de sus labios, o la mirada que te acaricia y te habla despacio y muy bajo. Estás plenamente consciente de que te pierde esa pasión con la que vive, con la que habla, con la que hace cada insignificante movimiento y con la que crea cada inmenso pensamiento. Sólo piensas que cada segundo que la miras, cada vez que pierdes el aliento en su boca, que vez que tus poros gritan su nombre al sentir su tacto… estás un poco más cerca de ella.

La otra mitad de su rostro está en las sombras. ¿Será la parte que aún no conoces? ¿lo que el tiempo no te ha permitido observar con tu propia alma? No puedes evitar sentirte intrigado por conocerla cada día un poco más, aunque es un intriga muy serena, relajante, provocadora sí, intensa también, pero más que nada motivante y encantadora. No sabes lo que viene y no pierdes el tiempo en imaginar escenarios. Estás convencido de que el momento, ese alma con rostro iluminado tenuemente a la luz de una caricia, es lo único que existe, y lo único que vale la pena sentir y vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario